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Jul

“La alimentación es cultura inmaterial, y una cultura inmaterial que, además, genera identidad”

ANA SERRA//

Marisa Vázquez de Agredos. Imagen cedida por la investigadora

Marisa Vázquez de Ágredos, doctora en geografía e historia y doctora en historia del arte es, actualmente, coordinadora del Observatorio de Cultura Inmaterial y Aldea Global de la Universitat de València. Este observatorio, que fue creado en 2021 con el objetivo de estudiar la preservación del patrimonio inmaterial de la humanidad, integra más de 200 instituciones públicas y privadas en todo el mundo. Uno de los aspectos que han estudiado a lo largo de este año es la conservación de la tradición cultural y cómo les influyen los flujos migratorios. En el marco del proyecto CADENUSA, entrevistamos a Marisa Vázquez de Ágredos quien, además, ha coordinado las jornadas Alimentación, Cultura y Desarrollo en el marco del citado Observatorio.

¿De qué manera se relacionan la alimentación, la cultura y el desarrollo?

La ONU considera ya la alimentación como parte de la cultura inmaterial. Evidentemente, la alimentación es fundamental para nuestra salud y nuestro bienestar porque a través de la alimentación las células se alimentan y nosotros obtenemos energía. Pero la alimentación es mucho más que nutrientes que nos aportan salud y bienestar. La alimentación es también cultura inmaterial, y una cultura inmaterial que, además, genera identidad. El acto de comer es un acto de cultura inmaterial también por las prácticas sociales que rodean a la cocina y que generan bienestar. Por lo tanto, la alimentación está vinculada al ODS 3, salud y bienestar, pero también está vinculado con la tradición, es decir, con el ODS 4 de educación de calidad, y con el entorno y el medio ambiente, por lo que está relacionado también con el ODS 11 de ciudades y comunidades sostenibles.

¿Cuál es el valor cultural y antropológico de la alimentación?

El valor cultural y antropológico de la alimentación se puede observar en todas las culturas a través de ejemplos concretos, como en el caso del continente americano cuando analizamos el valor del maíz. El maíz está en la base de la alimentación en toda Centroamérica desde tiempos ancestrales. Se observa muy bien en el Departamento de Petén, en Guatemala, que cuenta con uno de los índices de desarrollo humano más bajos de toda Latinoamérica. En esta región es evidente que el maíz es un alimento esencial que sustenta a la población, especialmente a la población rural. Pero es que, además del valor nutricional, es esencial también por el valor cultural. La tradición maya considera que los seres humanos estamos hechos con maíz. Existe un mito muy bonito, el mito de Popol Vuh, según el cual la humanidad fue creada tres veces: primero los dioses crearon al hombre de barro, pero el barro se deshacía, no servía, así que esa humanidad desapareció. Luego los dioses crearon una segunda humanidad con madera. Esta humanidad no se deshacía, pero los hombres y las mujeres de madera no entendían que había que cuidar a los dioses. Por tanto, los dioses se enfadaron muchísimo y enviaron una inundación. Entonces los dioses, muy preocupados se dijeron, si ni el barro ni la madera sirvieron ¿con qué podríamos hacer entonces a los hombres? entonces deciden hacerlo con maíz y sangre de los dioses. Es decir, los dioses se sacrifican para dar su líquido vital, mezclarlo con el maíz y con esa masa crear a los hombres y las mujeres actuales. Además, el dios del maíz en la Antigüedad es el dios que equivaldría al Cristo del cristianismo, a Osiris egipcio, al Shiva Nataraja en la india, al Tammuz en próximo oriente… es el dios que muere y renace. Es decir, el maíz tiene una importancia enorme antropológicamente para la cultura maya, la antigua y la de sus descendientes actuales, porque no solamente el maíz es un alimento que los sostiene si no que el dios del maíz es el dios que habla de la inmortalidad, del ciclo constante que es la vida, que somos eternos. Para los mayas y sus descendientes actuales, estamos hechos de maíz, y eso es sagrado.

El maíz, además de de por su valor nutricional, es esencial también por el valor cultural. La tradición maya considera que los seres humanos estamos hechos con maíz.

¿Podemos decir que la alimentación contribuye a generar identidad?

Precisamente a través del observatorio pretendemos estudiar esto. Este año se han analizado cuestiones relacionadas con el valor cultural inmaterial de la alimentación. Para próximos años quizás podríamos analizar cómo la alimentación, entre otros factores, contribuye a perpetuar la identidad cultural, de la misma forma que las leyendas o los cuentos populares. Incluso observamos que, dentro de los cuentos populares, las leyendas, los propios mitos, que llegan hasta nuestros días, hay un sinfín de tradiciones alimenticias que dan cuerpo a esa identidad, a lo que somos como comunidad.

Hay un sinfín de tradiciones alimenticias que dan cuerpo a esa identidad, a lo que somos como comunidad.

¿Cuáles serían las conclusiones de las jornadas alimentación, cultura y desarrollo?

Hemos puesto en común diferentes tradiciones culinarias de diferentes partes del mundo. Esto permite que nos veamos reflejados en los otros como en un espejo y eso también favorece el intercambio cultural. Es decir, aquí es el maíz, ahí es el arroz, allí es la yuca, pero todo esto conforma un cuerpo de leyendas, de mitos, de cuentos populares de tradiciones a nivel popular. Observamos conexiones impresionantes que nos llevan a tiempos ancestrales y que han ido viajando a través del tiempo con sus propios cambios y mestizajes pero que de alguna forma permanecen. Un aspecto muy muy importante en el Observatorio es generar un repositorio de archivos de memoria oral sobre todas estas tradiciones. Este repositorio estará formado de eso mismo, de cuentos, de mitos, pero también de documentales que se llevan haciendo desde principios del siglo XX, a veces de muy poquita duración, pero que registran algún ritual concreto, alimentario o no, pero siempre ligado a la cultura inmaterial.