27
Jul

“En Japón, el té ha sido un eje vertebrador de la cultura que ha servido para mucho más que simplemente nutrirse o sanar”

ANA SERRA//

Raúl Fortes Guerrero. Imagen cedida por el investigador

Raúl Fortes Guerrero es doctor en Historia del Arte y profesor de la Universitat de València especialista en Asia Oriental. Es coordinador de los comités de Asia y Oceanía del Observatorio Internacional de Cultura Inmaterial y Aldea Global de la Universitat de València, que este año ha organizado el ciclo cultural “Alimentación, cultura y desarrollo”. En el marco del proyecto CADENUSA, hablamos con él sobre las implicaciones culturales y antropológicas de la alimentación en Japón.

¿Cuál es el valor de la alimentación en la cultura de Japón?

Japón ha sido tradicionalmente una sociedad agraria basada, como la mayoría de países asiáticos, en el cultivo del arroz, que ha constituido y sigue constituyendo la base principal de la alimentación. La lengua, que siempre nos da información sobre la cultura y es reflejo de la sociedad que la vio nacer, nos permite descubrir, en el caso del país nipón, la importancia del arroz en el día a día de sus habitantes. Así, en japonés, existen diversas palabras para mencionar este cereal. Por ejemplo, ine, que alude a la planta en sí; kome, que se refiere al arroz como ingrediente, como alimento que todavía no ha sido cocinado; y gohan, que designa el arroz blanco hervido, ya listo para el consumo, pero que sirve para designar también cualquiera de las comidas que se hacen a lo largo del día, dado que en todas ellas se consume arroz. De alguna forma, el arroz en Japón es como el pan en España. Asa-gohan, por ejemplo, sería la comida o el arroz (gohan) de la mañana (asa), es decir, el desayuno; hiru-gohan sería la comida o el arroz (gohan) del mediodía (hiru), o sea, el almuerzo; y ban-gohan sería la comida o el arroz (gohan) del crepúsculo (ban), esto es, la cena. El arroz, además, es un producto vinculado a lo religioso, porque a los kami, a los dioses del sintoísmo, que es el credo primigenio de Japón, anterior al budismo y al resto de religiones que llegaron después al país nipón, se les ha ofrecido tradicionalmente, igual que a los espíritus de los finados, arroz o productos derivados de este, como las tortas de arroz (mochi) o el licor de arroz (sake). De algún modo, el arroz ha sido divinizado, lo que no es extraño teniendo en cuenta que constituye, como decíamos, la base del sustento de los japoneses. El arroz es un ejemplo de producto que trasciende la esfera de lo cotidiano para convertirse en ofrenda sagrada. Esta doble vinculación del arroz a lo humano y a lo divino, que encuentra su equivalente en el Occidente europeo en el trigo, alimento fundamental para el cuerpo, pero también para el alma, pues de trigo están hechas las hostias de las celebraciones litúrgicas (el cuerpo de Cristo), ilustra a la perfección la idea de que comer es algo más que nutrirse.

De algún modo, el arroz ha sido divinizado, lo que no es extraño teniendo en cuenta que constituye, como decíamos, la base del sustento de los japoneses. El arroz es un ejemplo de producto que trasciende la esfera de lo cotidiano para convertirse en ofrenda sagrada.

Es muy curioso también comprobar cómo las expresiones lingüísticas relacionadas con la alimentación reflejan la cultura de un país…

Sí. En japonés, por ejemplo, tenemos la expresión itadakimasu, que evidencia el valor antropológico de la alimentación. Los japoneses la dicen siempre antes de empezar a comer, aunque muchos no conocen su origen ni su verdadero significado… Por lo general, itadakimasu tiende a traducirse en castellano como “que aproveche”, pero, literalmente, la expresión significa “aceptar humildemente”. ¿Qué es lo que tú aceptas humildemente? ¿Y de quién? Aceptas esa comida que vas a tomar, y la aceptas, en primer lugar, de la naturaleza y de lo sagrado que mora en ella -según el sintoísmo, tanto los seres vivos como los elementos inertes están dotados de divinidad, son kami-. La aceptación humilde de esos dones lleva aparejado un agradecimiento a la naturaleza y a los dioses que los proporcionan. Por tanto, itadakimasu vendría a ser el equivalente de nuestra bendición de la mesa. En origen, itadakimasu es lo que decías cuando le quitabas a un animal la vida, que es lo más sagrado que tiene un ser vivo, para tú poder sobrevivir. Decir itadakimasu era aceptar humildemente la vida de ese animal para tú poder seguir existiendo como humano. Por otro lado, en esta expresión, también está incluido el agradecimiento a los hombres y las mujeres que han intervenido en el proceso de elaboración de la comida en cuestión, desde la persona que ha cultivado esa verdura o ha cazado o pescado ese animal hasta la persona que lo ha cocinado, pasando por quienes se han encargado de su transporte, de su conservación, etc. Así pues, itadakimasu es una expresión ritual que posee unas connotaciones profundas, y de ahí que, a diferencia de nuestro “que aproveche”, que solo se dice cuando vemos a alguien comer, itadakimasu se emplee siempre, incluso cuando se come a solas.

¿Qué otros ejemplos muestran la relevancia de lo cultural de la alimentación?

El consumo del té es paradigmático al respecto. El té es un producto fundamental en Asia en general y en Japón en particular, donde, desde su llegada, probablemente en el siglo VIII, dio origen a toda una cultura en torno a él cuyo epítome más evidente es la ceremonia del té, plenamente constituida ya en el siglo XV. La planta del té es originaria de China -de ahí su nombre en latín: camellia sinensis-, país desde el que se extendió a toda Asia primero y al resto del mundo después. Okakura Kakuzô nos cuenta en el Cha no hon (El libro del té) que, antes de convertirse en una bebida, el té fue una medicina, y que, en el siglo VIII, en la China de la dinastía T’ang, penetró en el reino de la poesía como una distracción elegante. Sin embargo, fue en Japón donde, con la refinada ceremonia del té, se convirtió en una religión del arte de vivir; en un pretexto para el culto a la pureza, la armonía, la caridad mutua y el orden social; en una función sagrada fundamentada en la adoración de lo bello en medio de la sordidez de la existencia cotidiana; en un credo estético que, basándose en los principios del taoísmo y del budismo zen, así como en la concepción del mundo que estos privilegian, incluye, además del acto en sí de beber y saborear el té, también la observación y el disfrute de las lozas en las que este se consume, de la pintura del kakemono que cuelga en la pared y que tiene que ver con la estación en la cual se desarrolla la ceremonia, del sonido del agua hirviendo en la tetera, del aroma del propio té y del arreglo floral que adorna la estancia… En definitiva, esta ceremonia ritual en la que entran en juego todos los sentidos, evidencia que el té trasciende su papel medicinal y nutricional para convertirse en una exaltación de lo más profundo del alma japonesa y en un eje vertebrador de la cultura nipona. En esa búsqueda de la unidad y la armonía, el té ha llegado a utilizarse históricamente incluso con fines diplomáticos, como atestiguan, por ejemplo, las invitaciones oficiales del gran maestro del té del siglo XVI Sen no Rikyû a Toyotomi Hideyoshi. En estas ceremonias del té, convertidas en auténticos asuntos de estado, el sereno y prudente Rikyû, que, sin embargo, no era un cortesano servil, trató en más de una ocasión de templar la ambición desmesurada del daimio, que pretendía crear un gran imperio en el Pacífico unificando Japón e invadiendo China. Sin embargo, Rikyû no solo no lo logró, sino que, acusado falsamente por sus enemigos de conspirar contra su señor feudal y de querer envenenarlo sirviéndole té, fue obligado a cometer seppuku

La influencia de los maestros del té en la manera nipona de estar en el mundo y de relacionarse con él ha sido enorme

De alguna forma, entonces, la ceremonia del té es reflejo de la sociedad japonesa…

Es reflejo y, al mismo tiempo, es motor de la misma, puesto que la influencia de los maestros del té en la manera nipona de estar en el mundo y de relacionarse con él ha sido enorme. Su presencia se siente en todos los ámbitos de la vida, desde la cortesía y la armonía que rigen la etiqueta social hasta la disposición de los detalles domésticos o la sobriedad en el vestir. Basándose, como decíamos antes, en los preceptos del taoísmo y del budismo zen, los maestros del té han hecho hincapié en el amor natural de los japoneses por la sencillez y han mostrado la belleza de la humildad. De hecho, a través de sus enseñanzas, el té ha penetrado en la vida del pueblo del país del sol naciente. Por eso, como comentábamos previamente, el té puede considerarse un eje vertebrador de la cultura nipona que ha servido para mucho más que simplemente nutrir o sanar. Es un alimento que ejemplifica a la perfección el título del ciclo cultural que hemos organizado este año desde el Observatorio de Cultura Inmaterial y Aldea Global de la Universitat de València: “Alimentación, cultura y desarrollo”.